Monday, April 24, 2006

Audaces Fortuna Juvat

Frente a la llanura de nuestro feudo se congregó el ejército del enemigo. Si se da la batalla abierta ambos ejércitos perderemos, pues estamos dispuestos a pelear hasta el último hombre y las bajas serán cuantiosas en ambos bandos. Los Generales enemigos, sabiendo eso intentaron llegar a un acuerdo de rendición por nuestra parte, pero no cedimos.

De pronto, para darle fin a este conflicto, salió de entre las filas del enemigo un gigante llamado ADVERSIDAD, armado de pies a cabeza. Infundía temor con su mero tamaño y terrible aspecto, y se decía era invencible.

Con voz de trueno desafió a uno de nosotros a un combate singular, a muerte; el vencedor se quedaría con todo.
Nadie se atrevió a aceptar el desafío, todos se encontraban atemorizados y se escondían unos detrás de otros, preguntándose ¿Quién podrá enfrentarlo?

A media mañana, una figura solitaria salió entre nuestras filas y avanzó hacia Adversidad. Portaba una armadura ligera, yelmo, un pequeño escudo y esgrimiendo un corto gladius. Nadie sabía quién era la figura solitaria, y las historias y conjeturas respecto al soldado incognito no se hicieron esperar y fueron de lo más variado, incluso se decía que era una mujer en armas quién se coló en el ejército para pelear por lo propio. Levantó su espada en silencio y respondió al reto. Sin pronunciar palabra alguna acordaron que cuando el sol esté en alto, la hora más calurosa del día, empezará el combate, y este se prolongará en tanto ambos permanezcan en pie.

Los sacerdotes de ambos ejércitos consultaron a sus augures y oráculos para entrever el resultado de tan singular combate, pero sólo recibieron el silencio de los inciensarios, los cirios y las ofrendas, y determinaron que en esta batalla los dioses no intervendrían.

Sonó la hora del mediodía en la voz de un cuerno de carnero, Adversidad tomó sus armas y avanzó a paso firme a su desconocido oponente. A unos treinta pasos, se detuvo y gritó "Dime tu nombre para que la historia te reconozca como quien cayó bajo mi lanza y mi espada en este día", y soltó una risotada. La figura solitaria sin voltear atrás, levantó la mirada, saludó con su espada y sin mediar palabra cargó al gigante.

Los dioses ignorando la mano de Cronos observaban la escena del ataque en el momento suspendido del salto de ambos oponentes y habían decidido en efecto, no mediar. Zeus en silencio observó a Themis quien sostenía la balanza en el centro del salón donde se medían ambas fuerzas y ordenó a los demás dioses no tomar partido. Hera contestó "No debemos intervenir en favor de ningún bando, pero tenemos que pesar ambas fuerzas en la balanza y que el Destino decida".

Zeus, y los demás dioses dieron media vuelta y se marcharon. Sólo se quedaron algunas diosas las cuales tomaron una moneda cada una y se acercaron al centro.

Artemisa dijo: "Es ágil, pero Adversidad es implacable", colocó su moneda en el plato de Adversidad y se marchó.

Hera agregó: "Pelea por los suyos, pero Adversidad puede vencer a todo el ejército", y colocó su moneda en el plato del gigante.

Atenea habló: "Es inteligente, pero Adversidad es más fuerte" añadió su moneda junto a las otras dos y se marchó.

Afrodita se acercó y agregó su moneda diciendo: "Posee una rara belleza, y pero la que tiene será destruida por la horrible mano de Adversidad".

Tethis, a su vez tomó su moneda, se acercó al plato de Adversidad y habló con sombría voz: "Adversidad, tu espada es más larga, tu brazo más fuerte, tu escudo más sólido y tu armadura te protege contra cualquier ataque y cualquier arma, ni siquiera mi hijo Aquiles pudo vencerte; hoy el Destino está de tu lado", colocó su moneda y se marchó.

Cuando todas las demás diosas se fueron se acercó Tyche o Fortuna antes que el Destino, pendiente del brazo de Themis tomara su decisión y vió la escena.
Solamente dijo: "¡El valor, la confianza, la audacia, la osadía... la blasfemia...!¡Qué hermoso te ves!", estiró un dedo hacia el plato del guerrero desconocido y jaló hacia abajo la balanza.

Todos recordamos aún la jabalina fallida, el escudo mellado, la espada rota, y las juntas pectorales de la armadura enorme que se doblaron hacia adentro permitiendo el paso del gladius hasta el corazón en una estocada única, singular y perfecta.

Todos conocemos el nombre del guerrero, lo llevamos siempre en el corazón y lo invocamos como el propio cuando recordamos que "La Fortuna Favorece al Audaz".

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