Thursday, July 27, 2006

Historias Negras: Parte I

A todo mundo le han sucedido cosas extrañas, cosas inverosímiles, o han estado en situaciones hilarantes, confusas, problemáticas, bizarras como toalla femenina; es decir, cuado estás en el mejor lugar en el peor momento.

No siendo yo la excepción, he decidido publicar algunos de los sucesos más extraños que han sucedido a lo largo de mi vida. Cabe aclarar que mi vida se distingue por ser una cadena de sucesos muy por fuera de la media de lo que le sucede al resto de las demás gentes en este planeta.

Cualquiera que las lea me puede decir "Ah no es cierto, NO te sucedió eso!" Pero yo les digo "Y no me lo platicaron, YO estuve ahí". La mayoría son sucesos que acontecen siendo yo quien interpreta el papel protagónico, eso sí, en muchas de estas historias "negras" soy protagonista involuntario y sin guión. Pienso platicar las más inverosímiles, y, aunque me gusta agregar crema a mis tacos y aire a mis llantas, las voy a plasmar tal como me sucedieron.

De la Anciana que casi Mato de la Risa

Camino a San Antonio para visitar Sea World con mi familia, tuve que hacer escala técnica en Laredo, específicamente en el HEB-Farmacia. Necesitaba de un ungüento para aliviar una incómodidad en salva sea parte. Aunque no me molesta ni me quita el sueño admitir que padecía en el momento de un (muy) leve problema de hemorroides, tampoco es algo que me guste pregonar en voz de cuello y a los cuatro vientos.

Total, haciendo cuentas me faltaban unas tres, o tres horas y media de manejo a San Antonio, más una hora y media más para averiguar la ubicación del parque acuático y el hotel donde nos hospedaríamos da un total de cinco horas...

Demasiadas horas sentado.

Sin pena ni gloria me detuve en el HEB que está por el freeway y me lancé al área de farmacia. Bingo! había como 8 marcas diferentes cuyos precios variaban desde 4 hasta 32 dólares por producto. Tomé el que más me llenó el ojo (el que más me convenció pues) y me encaminé a la caja a pagar, claro, las cajas rápidas son las más nutridas y por alguna extraña razón, las más lentas.

Se acercaba mi turno y coloqué la larga cajita en la banda transportadora con la leyenda hacia abajo, no tanto por vergüenza, sino más bien por discreción. Me refiero al tipo de discreción que uno tiene al comprar 4 cajas de condones en el 7-Eleven justo cuando este está abarrotado de chavos y chavas portando todos la misma playera de algún retiro Cristiano.

Detrás de mí venían dos señoras de la tercer edad (como de unos doscientos años cada una), de ese tipo de parejas de doñitas que han estado juntas desde que iban al Kindergartën cuando impartía clases Frederick Froebbel. Ancianas del modo en que sabes que las reclama la tierra desde hace algunas décadas, pero han burlado a la parca porque una se niega categóricamente a partir de este mundo sin la otra.

No me percaté que estaban detrás de mí hasta que ví que una de ellas estiró la mano para tomar mi producto. La ví venir, la ví moverse en cámara lenta, estirar la mano... pensé en tirarle una mordida con gruñido canino, darle un sopapo en la mano por metiche, mirarla de soslayo con ojos de negro cambujo y levantarle el dedo índice en gesto de "don't you even dare"; intenté reaccionar pero fue demasiado tarde. La señora tomó la caja, se caló sus lentes bifocales y leyó la inscricpción.

Pensé en correr, en esconderme, en huir, pero la molestia era ya considerable para intentar la retirada estratégica. No podía recurrir al ya oxidado argumento "Is not mine..." Me quedé clavado donde estaba, esperando que la señora me regresara mi cajita y guardé un silencio sabio.

La señora me observó por encima de sus bifocales con un gesto interrogativo y silencioso que no supe interpretar con claridad. Ese gesto podía significar mil cosas así lo tomé como vino, como si me hubiese preguntado "Hemorroids? You? So young?" Le dije lo único que me vino a la cabeza...

"It's a pain in the ass..."

La tomé por sorpresa, d
efinitivamente... un estallido, la señora empezó a reír a quijada batiente, risa estridente, risa brillante, risa llena de vida... La otra señora no escuchó mi comentario pero empezó a reir contagiada de la carcajada de su compañera, se acercó a que le compartiera el chiste. La primer señora seguía en divertido despliegue, chispeante, incontrolable... risa, risa, risa y más risa hasta que ví que la señora no tenía más aire para reír... ¡ni para respirar! ¡En la madre! Empezó a toser, pero una tos sin fuerza, sin aire, su diafragma estaba vencido por el hilarante esfuerzo y su compañera materializó un inhalador de la nada para asistir a su sofocada amiga.

Segundos después la situación se controló y, habiendo recuperado el aire le comparte el chiste a su amiga, le muestra el tubo y le dice "This young man says they are a pain in the ass..." La otra señora se cala sus gafas toma el tubo y me dice "Oh, indeed..." Empezamos una conversación bastante casual sobre el asunto, pero con toda naturalidad, como si compartiéramos que té sabe más rico que cuál, o qué tipo de galleta se come con tal tipo de queso para botanear a las 4 de la tarde al aire libre.

Omitiré la cátedra sobre control de hemorroides que me impartieron las señoras, me platicaron de unos 15 productos aplicables para los distintos niveles de gravedad de tan delicado asunto, que van desde el ungüento-pomada-crema para controlar la ligera molestia-cosquilleo hasta el gel "frío glacial-instantáneo" con aplicador interno para "the painful purple and swollen sphincter that hurts like hell just by the thought of it".

Siguió mi turno, entregué la cajita al joven que me atendió, quien pasó la caja de manera intrascendente por el lector láser y me cobró. Pagué y salí disparado. Huí de la escena. Las señoras me dieron muy buenos consejos, pero quería evitar a toda costa que en voz de cuello me recomendaran con algún proctólogo poniéndome en evidencia. O que me recomendaran que utilice el dedo y no el aplicador, cualquier cosa. Opté por la graciosa huida en vez de la penosa entrega.

Me fui, con una sonrisa en la cara pensando en todos los posibles escenarios desde la caja hasta la salida de la tienda y cómo podría sortearlos... sin matar a nadie.

3 Comments:

At Thursday, July 27, 2006, Blogger Mustia hasta los huesos said...

ahhhh para abuelitas, verdad? jajaja y suele sucedernos a cualquiera, cuando menos quieres que se enteren de algo francamente penoso, no falta quien te ponga en evidencia... y no me digas cuando vas a comprar condones!!!! jajajaj tienes razón

Pd. ud siénteseeee!!!!! jajajaj Pronto nos veremos
besos

 
At Thursday, August 03, 2006, Blogger : ) said...

No inventes !!! Ja ja ,

 
At Thursday, February 15, 2007, Anonymous Anonymous said...

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